Caracas y Valencia las intrincadas hijas de Venezuela
Caracas es la ciudad del ciberpunk Venezolano, si
hay un sitio que se parezca en Venezuela al Cyberpunk ese sitio sin duda es Caracas.
La cuna de Simón Bolívar y tantos más es una intrincada maraña de callejuelas y
callejones, uno sobre otro, detrás de otro, al lado de otro, las callejuelas
desembocan en avenidas con elevados donde por debajo se extiende una red de quioscos,
negocios, mesas de juego, todo esto adornado de árboles viejos y vetustos. La colmena
de gente que habitualmente llena sus calles son personas de miradas audaces, con trajes, con ropa deportiva, con uniformes, con ropa diaria;
sus altos edificios se comunican entre ellos con toda clase de funciones desde sedes
sindicales a organismos de inteligencia, ministerios, la asamblea, los altos
titanes de acero y concreto parecieran crecer uno sobre otro con entradas a sótanos,
niveles bajos, torres con centros comerciales en planta baja y luego al subir
departamentos, penhouses, balcones, azoteas plagadas de antenas, parabólicas y
todo un repertorio de dispositivos cual museo de señales radiales.
Viendo Caracas como lector de ciencia ficción que
soy, no es difícil imaginar en ella una trama de una ciudad estrecha y
asfixiante, pujante, donde por debajo de las avenidas repletas del tráfico de
los abanderados de la sociedad hay toda clase de submundos y tratos ilícitos y
rurales, que se comunican como aullidos turbulentos a través de las antenas y demás
receptores; vidas fugaces cuya rutina los absorbe con un hocico babeante
repleto de ignorancia, de ignominia, de esperanza, de alegría, de amor, de
cambio, de revolución.
Caracas tiene todo el vértigo de una gran ciudad
siendo muy pequeña. Sin duda ha de ser una inspiración para la ciencia ficción Venezolana
y lo merece pues no hay otra ciudad como ella en Venezuela; la constante centralización
que se le ha dado a través de la historia de nuestro país la ha hecho un
universo heterogéneo de pululantes que acuden a ella en busca de oportunidades.
Caracas se alimenta de la vida de sus alrededores tomando los pasos de sus
habitantes, como una transfusión de trabajadores que se realiza a través del
metro, de los teleféricos, una ciudad vampiro, tan extraña como orgullosa,
moderna y extraordinaria, peligrosa y oscura, mortalmente atractiva. Si Gibson
observara Caracas hoy sin duda tendría muchas cosas que contar…
Ahora bien si bien caracas es la ciudad del
Cyberpunk, Valencia lo es para lo post-apocalíptico, en estos tiempos tan
extraños el parque industrial del país abandonado a su suerte tras la deserción
y abandono de muchos de los transnacionales del país, juega con cuadros color
oxido y estrambóticos universos vacíos que el oleaje del monte parece tragarse
con las lluvias de invierno, aceras rotas y muros derruidos se cuelan entre
urbanizaciones pujantes, avenidas vertiginosas se unen a callejuelas destruidas
donde se estanca el invierno y el hedor de las cloacas abandonadas, bulevares
que se alzan entre las grandes calles que atraviesan mercados y elevados con un
aire sórdido que se comunica a través de pasarelas oxidadas e industriales.
Las largas barriadas que coronan las montañas
contrastan con las grandes agujas de las urbanizaciones pudientes, que
parecieran querer comprar el cielo para vivir por unos momentos en el (mientras
sus cuentas marchan) porque todo contrasta en Valencia las quintas se alzan a
pocos metros de los ranchos que parecieran sucumbir al barro y el monte. El metro
de Valencia no va hacia la zona industrial sino a la zona comercial del centro
de Valencia, antes activa y pujante irónicamente por la misma construcción del
metro, ahora es un lugar vacío y sin vida con calles donde la noche se cuela
con todo el clamor de su oscuridad, allí se alzan grandes centros comerciales
rodeados de comerciantes informales y sus estrechas callejuelas están repletas
de casonas coloniales, esas construcciones de argamasa y madera se yerguen ante
sus vecinos de cemento y cristal.
Aunque va mejorando poco a poco, en algunos de
sus parajes Valencia pareciera estar abandonada a su propia suerte, extraña y vacía,
Los Valencianos parecen estar siempre ausentes en sus propios pensamientos,
envueltos en su propio orgullo, así se extiende silenciosa tras una agonía que
se le cuela entre las venas, pero que intenta sesgar, como ese comienzo que
empuja bravíamente tras el fin, para gestar el nuevo comienzo. Caracas y Valencia son parte de ese futuro que se construye poco a poco como las páginas de un libro, inspirando en su camino más de una historia!
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